sábado, 31 de enero de 2015

Santa Misa (Enseñanzas del Santo Padre Francisco)

Papa Francisco, Homilía, Santa Misa en la Capilla de la Domus Sanctae Marthae (10 de febrero de 2014)



A misa no se va con el reloj en la mano, como si se debieran contar los minutos o asistir a una representación. Se va para participar en el misterio de Dios. Y esto es válido también para quienes vienen a Santa Marta a la misa celebrada por el Papa, que, dijo en efecto el Pontífice el lunes 10 de febrero, a los fieles presentes en la capilla de su residencia, «no es un paseo turístico. ¡No! Vosotros venís aquí y nos reunimos aquí para entrar en el misterio. Y ésta es la liturgia».


Para explicar el sentido de este encuentro cercano con el misterio, el Papa Francisco recordó que el Señor habló a su pueblo no sólo con palabras. «Los profetas —dijo— referían las palabras del Señor. Los profetas anunciaban. El gran profeta Moisés dio los mandamientos, que son palabra del Señor. Y muchos otros profetas decían al pueblo aquello que quería el Señor». Sin embargo, «el Señor —añadió— habló también de otra manera y de otra forma a su pueblo: con las teofanías. Cuando Él se acerca al pueblo y se hace sentir, hace sentir su presencia precisamente en medio del pueblo». Y recordó, además del episodio propuesto por la primera lectura (1 Re 8, 1-7.9-13), algunos pasajes referidos a otros profetas.

«Sucede lo mismo también en la Iglesia» —explicó el Papa—. El Señor nos habla a través de su Palabra, recogida en el Evangelio y en la Biblia; y a través de la catequesis, de la homilía. No sólo nos habla, sino que también «se hace presente —precisó— en medio de su pueblo, en medio de su Iglesia. Es la presencia del Señor. El Señor que se acerca a su pueblo; se hace presente y comparte con su pueblo un poco de tiempo». Esto es lo que sucede durante la celebración litúrgica que ciertamente «no es un buen acto social —explicó una vez más el obispo de Roma— y no es una reunión de creyentes para rezar juntos. Es otra cosa» porque «en la liturgia eucarística Dios está presente» y, si es posible, se hace presente de un modo aún «más cercano». Su presencia, dijo nuevamente el Papa, «es una presencia real».

Y «cuando hablo de liturgia —puntualizó el Pontífice— me refiero principalmente a la santa misa. Cuando celebramos la misa, no hacemos una representación de la Última Cena». La misa «no es una representación; es otra cosa. Es propiamente la Última Cena; es precisamente vivir otra vez la pasión y la muerte redentora del Señor. Es una teofanía: el Señor se hace presente en el altar para ser ofrecido al Padre para la salvación del mundo».

Así, el Papa Francisco volvió a proponer, como lo hace a menudo, un comportamiento común en los fieles: «Nosotros escuchamos o decimos: “pero, yo no puedo ahora, debo ir a misa, debo ir a escuchar misa”. La misa no se escucha, se participa. Y se participa en esta teofanía, en este misterio de la presencia del Señor entre nosotros». Es algo distinto de las otras formas de nuestra devoción, precisó nuevamente poniendo el ejemplo del belén viviente «que hacemos en las parroquias en Navidad, o el vía crucis que hacemos en Semana Santa». Éstas, explicó, son representaciones; la Eucaristía es «una conmemoración real, es decir, es una teofanía. Dios se acerca y está con nosotros y nosotros participamos en el misterio de la redención».

El Pontífice se refirió luego a otro comportamiento muy común entre los cristianos: «Cuántas veces —dijo— contamos los minutos... “tengo apenas media hora, tengo que ir a misa...”». Ésta «no es la actitud propia que nos pide la liturgia: la liturgia es tiempo de Dios y espacio de Dios, y nosotros debemos entrar allí, en el tiempo de Dios, en el espacio de Dios y no mirar el reloj. La liturgia es precisamente entrar en el misterio de Dios; dejarnos llevar al misterio y estar en el misterio».

Y, dirigiéndose precisamente a los presentes en la celebración continuó así: «Por ejemplo, yo estoy seguro de que todos vosotros venís aquí para entrar en el misterio. Tal vez, sin embargo, alguno dijo “yo tengo que ir a misa a Santa Marta, porque el itinerario turístico de Roma incluye ir a visitar al Papa a Santa Marta todas las mañanas....”. ¡No! Vosotros venís aquí, nosotros nos reunimos aquí, para entrar en el misterio. Y esto es la liturgia, el tiempo de Dios, el espacio de Dios, la nube de Dios que nos envuelve a todos».

El Papa Francisco compartió con los presentes algunos recuerdos de su infancia: «Recuerdo que siendo niño, cuando nos preparábamos para la Primera Comunión, nos hacían cantar “Oh santo altar custodiado por los ángeles”, y esto nos hacía comprender que el altar estaba custodiado por los ángeles, nos daba el sentido de la gloria de Dios, del espacio de Dios, del tiempo de Dios. Y luego, cuando hacíamos el ensayo para la Comunión, llevábamos las hostias para el ensayo y nos decían: “mirad que éstas no son las que recibiréis; éstas no valen nada, porque luego estará la consagración”. Nos hacían distinguir bien una cosa de la otra: el recuerdo de la conmemoración». Por lo tanto, celebrar la liturgia significa «tener esta disponibilidad para entrar en el misterio de Dios», en su espacio, en su tiempo.


Y, llegando ya a la conclusión, el Pontífice invitó a los presentes a «pedir hoy al Señor que nos done a todos este sentido de lo sagrado, este sentido que nos haga comprender que una cosa es rezar en casa, rezar en la iglesia, rezar el rosario, recitar muchas y hermosas oraciones, hacer el vía crucis, leer la Biblia; y otra cosa es la celebración eucarística. En la celebración entramos en el misterio de Dios, en esa senda que nosotros no podemos controlar: sólo Él es el único, Él es la gloria, Él es el poder. Pidamos esta gracia: que el Señor nos enseñe a entrar en el misterio de Dios».

jueves, 29 de enero de 2015

Oración Misionera



Características de la Oración Misionera

“Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada al cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba, como desde dentro de la alegría”
(Santa Teresita del Niño Jesús)



Los rasgos característicos de la oración misionera son los siguientes:



o Es Trinitaria: La oración del misionero se dirige a la Trinidad. Si bien se realiza siempre “en el nombre de Jesús”, y puede hacerlo acudiendo a la intercesión de grandes santos misioneros (San Francisco Javier, Santa Teresita del Niño Jesús, etc.), se dirige principalmente al Padre, fuente y origen de la misión de la Iglesia, a Jesucristo, de cuya misión somos continuadores, y al Espíritu Santo, protagonista de la misión.



o Es bendición, adoración y alabanza: A través de su oración totalmente desinteresada, el misionero le da a Gloria a Dios no sólo por lo que ha hecho, sino por lo que El es, reconociéndolo como único Dios y Señor, poniéndose dócilmente a su disposición y bendiciendo su Nombre.



o Es acción de gracias: En su oración, el misionero no se cansa de dar gracias a Dios por la vida recibida, por la vida de hijos de Dios, por la Iglesia y la dicha de pertenecer a ella, por la obra misionera, por la vocación misionera encomendada, por tantos hombres y mujeres que entregan su vida a la proclamación del Evangelio, especialmente por aquellos que lo hacen en tierras lejanas, y por todos los dones y carismas recibidos.



o Es petición e intercesión: A través de la oración, el misionero muestra conciencia de su relación con Dios, y como criatura que se sabe dependiente de El, pide a Dios por sus necesidades y por las del mundo entero. Pide por todos aquellos que aún no conocen a Jesucristo, para que lleguen a conocerlo. Pide por la Iglesia y por su dilatación hasta los confines de la tierra. Pide por los que, de una manera o de otra, trabajan predicando el Evangelio, para que se mantengan fieles a su vocación misionera. Pide para que surjan nuevas vocaciones misioneras así la obra misionera pueda verse enriquecida con nuevos evangelizadores. El Padrenuestro es modelo de oración de petición.



o Es Universal: El misionero es el “hermano universal” que presenta a Dios su oración por los hombres y mujeres de los cinco continentes que no conocen a Dios, por su conversión, por los misioneros que trabajan activamente en todo el mundo y por aquellos a quien Dios está llamando a ser misioneros. El Rosario Misionero es un claro ejemplo de oración universal. Las intenciones misionales que el Papa propone para cada mes, ayudan también a esta dimensión universal de la oración misionera.



o Es eclesial: A través de la oración, el misionero se une a toda la Iglesia que ora. El misionero no ora aislado del mundo, sino que lo hace en comunión con la Iglesia. Es por ello que no dice “Padre mío”, sino “Padre Nuestro...”



o Está centrada en la Palabra de Dios: Es muy importante que el misionero adquiera el hábito de leer la Palabra de Dios contenida en la Biblia, puesto que a través de ella, es como Dios le hablará y le manifestará su voluntad.



o Es confiada y esperanzada: El misionero sabe que su oración es escuchada y será atendida, y por ello es vivida con una actitud de esperanza y confianza filial.
"La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rueguen, pues,
al dueño de la mies que envíe obreros a su mies" (Mt. 9, 37-38)